Australian Road Trip (IV). De Port Macquaire a la morada de los ornitorrincos.

Empecé el año tal y como lo dejé. Al volante y con la acampada clandestina. En mi viaje hacia el norte me acercaba a los trópicos y a su consecuente lluvia nocturna. Barossa ha sido mi fiel compañero, mi transporte y mi casa.

Hacia rutas demasiado transitadas

Seguí explorando los infinitos parques naturales de este vasto país. Encontré canguros por doquier (Figura 1), alguno incluso remojando los pies en la playa, como si de otro dominguero se tratase.

Figura 1. De barbacoa con canguros, no se puede ser más australiana

Figura 1. De barbacoa con canguros, no se puede ser más australiana

La lluvia venía a visitarme cada noche relegándome a pernoctar en Barossa, pero al menos cada mañana me dejaba darme un bañito en la playa (Figura 2) .

 

Así poco a poco me fui acercando a la parte más turística de aquí.

Figura 2. Otra playa más donde bañarme antes de que se conviertan en mortales

Figura 2. Otra playa más donde bañarme antes de que se conviertan en mortales

En muchos foros había oído hablar muy bien de Byron Bay. A mí no me ha gustado. Si sois asiduos a este blog veréis que suelo estar muy en desacuerdo con los grandes puntos turísticos del mundo. Nada más llegar a Byron Bay ya me quería ir. Estaba todo petadísimo de mochileros rozando la mayoría de edad y de coches. Era imposible circular y no te digo ya aparcar. Tuve un desencuentro con un hombre al que le robé un sitio sin darme cuenta, el cual le dejé cuando me enteré de lo robo.

Vamos, que en este pueblo estaba todo el mundo de los nervios y a mí se me contagió,  así que me fui al siguiente.

Brunswick es un pueblo estupendo. Muy tranquilito, con una playa kilométrica, una ría estupenda donde la gente va a pescar, pájaros de todas clases y colores y unos atardeceres muy bonitos (Figura 3).

Figura 3. Mira qué bonito

Figura 3. Mira qué bonito

Bienvenida a Queensland

A mis espaldas quedó New South Wales y me adentré en Queensland, «the sunshine state«. Lo primero que hice al llegar a Brisbane (capital del estado) fue pasarme por la casa Asus para solucionar mis problemas. Me dijeron que en tres días estaba ahí mi cargador… ¡¡qué ilusión!! Y qué ilusa.

Me instalé en un hostal y me dediqué a dar paseítos por Brisbane, a documentarme sobre la costa de Queensland en la biblioteca y a visitar el botánico.

Que vienen los Reyes… O no

Al tercer día era el día de Reyes. Me desperté con mi sandalia vacía (Figura 4). Ni un triste caramelo. Para solucionar

Figura 4. Mi sandalia la mañana de Reyes

Figura 4. Mi sandalia la mañana de Reyes

este problema me fui a una agencia de viajes. Allí estuve gran parte de la mañana viendo que tours podía hacer y cuáles me convencían más. Después de un desembolso equivalente a un mes de nómina (de los míos) me regalé un viaje en velero por las Whitsundays y doce inmersiones en la Gran Barrera de Coral.

Para ver si caía algo más me fui a la casa Asus… nada, mi cargador no había llegado. Era viernes, y no me iba a quedar dos días más allí, así que proseguí hacia los trópicos.

Entre guiris y cantamañanas

Ya estaba más que metida en guirilandia, lo que significa vigilancia en los parkings para que la gente no acampe. Un agobio. En Noosa dormí con mucho desasosiego. Encima, el nivel de cantamañanismo de este país es impresionante, a las cuatro de la mañana (sí, no me he equivocado, a las cuatro) ya había gente pululando alrededor del coche porque iban a hacer surf.

Si existe gente tan motivada como para decidir despertarse a horas tan inhumanas en vacaciones será porque ese deporte tiene que ser muy entretenido. Habría que probarlo entonces.

Surfing time!

Me fui a 1770, no es que disponga de una máquina del tiempo, sino que es un pueblo de aquí. Este sitio es conocido por tener las clases de surf más baratas de Australia. Tres horas de sufrimiento entre olas por 17$, más barato que el desayuno previo. También es el último lugar en el que puedes hacer surf, ya que aquí empieza la Gran Barrera de Coral que detiene todas las olas.

Pues eso, tres horas agotadoras en las que conseguí ponerme de pie en la tabla, no me lo esperaba nada. Ahora me he quedado con las ganas de alquilarme un diíta una tabla para seguir mejorando. (No hay figura por ahora, pero me llegará un email con documentos gráficos).

Acampada con recursos

En este pueblo también di un gran paso hacia mi confort. Me compré un plástico que colocándolo sobre mi tienda la hace impermeable.

Para probar tan maravilloso adminículo esa noche acampé en un sitio de acampada libre (Figura 5). Un señor muy majo me dió sabios consejos de como colocarlo y después me fui a la orilla del río a que un personaje de hombre que conocí me explicara cómo era la verdadera acampada Aussie. He de decir que le impresioné con mi acampada sin recursos (Figura 6).

Figura 5. Así si, mi tienda ya es waterproof

Figura 5. Así sí, mi tienda ya es waterproof

Figura 6. Atardecer con la furgoneta del verdadero Aussie al fondo

Figura 6. Atardecer con la furgoneta del verdadero Aussie al fondo

 

 

 

 

 

Crucé el Trópico de Capricornio y volví a ese clima insufrible de sentirte como una langosta cociéndose en su jugo. Mi madre siempre me ha aconsejado que en los trópicos hay que subirse a las montañas. Aquí no hay mucha montaña donde elegir, pero algún sitio más elevadito si que se encuentra. Yo escogí el Parque Natural de Eungella.

El único animal mamifero con pico

Figura 7. Existen, doy fe

Figura 7. Existen, doy fe

El motivo de dicha elección fue seguir tachando animales de mi lista. En este parque encontré al animal que más dudas tenía de que existiese… ¡el ornitorrinco!

Había varios, y son monérrimos. Estuve todo el día dando paseítos por el río contemplándolos. No creo que los vuelva a ver en mi vida así que me recreé (Figura 7)

Enamorada de tan extraña especie los dejé tranquilitos en su río y me fuí a Arlie Beach a cobrarme el primero de mis regalos.

 

2 Comments:

  1. ¡Qué vidorra te das, canallita!

    Por cierto, los ornitorrincos demuestran que Dios no existe, al menos como demiurgo creador, porque a quién, siendo todopoderoso, s ele va a ocurrir hacer un pato con pelo o una rata con pico d epato y que pone huevos, eso altera el orden natural de las cosas, como si los únicos cosmopolitas eruditos del mundo fueran los turistas gregarios, o los más viajeros fueran los ratones de biblioteca…

    • Lo estoy pasando fatal… ;P

      Por lo visto hay una leyenda aborigen que explica el origen del ornitorrinco:
      «Un pato y una rata de agua se dejaron llevar por el amor prohibido (entre especies) yles salió un ornitorrinco»
      Lo mejor es que la moraleja de la historia es que: «Si es un amor prohibido es por algo, no te dejes llevar que te sale un ornitorrinco»

Responder a Lansky Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *